La economía circular es un modelo económico que busca maximizar el uso de los recursos y minimizar la generación de residuos. En el caso de los plásticos, implica reducir su consumo, rediseñar, reutilizar y reciclar.
El plástico es un material muy duradero. Al acabar su ciclo de vida tarda cientos de años en degradarse de forma natural. En ese tiempo puede contaminar los ríos y océanos y afectar a la fauna y la flora. Su producción y transporte también generan emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Mal gestionado al terminar su ciclo de vida se convierte en la tristemente famosa basura oceánica conocida como ‘islas de plástico’: el Great Pacific Garbage Patch o Vórtice de Basura del Pacífico.
La reducción de residuos plásticos es un desafío a escala planetaria cuya hoja de ruta contempla diversas estrategias complementarias.
No hay una ‘bala de plata’ que arregle por sí sola el problema del aumento de estos residuos y la huella de carbono de los plásticos. La estrategia está en una suma de acciones preproducción (upstream) y postproducción (downstream).
La reducción de las emisiones de carbono implica, además de todo lo anterior, un escenario de retrofit de la industria productora con la sustitución de combustibles intensivos de origen fósil por hidrógeno bajo en carbono o hidrógeno verde, así como y la captura y almacenamiento del CO2 de la incineración.
Todas estas acciones para alcanzar el nivel Net Zero en 2050 no salen gratis. Necesitarían un músculo económico entre 500 y 700 billones de euros entre 2020 y 2050. A cambio, se reducirían en un 80% los residuos y en un 65% las emisiones de GEI.
Pese a que a nivel europeo aún queda mucho por hacer, España es el país de la UE donde más plástico se recicla: un 43% para los plásticos en todas sus aplicaciones y 52% para el caso específico de los envases plásticos, según datos de Plastics Europe.
También lideramos en la circularidad de los plásticos: casi un 10% son ya plásticos reciclados postconsumo, por encima de la media europea (8,5%).
España ha sido pionero en la UE en incluir el reciclado químico en un documento legislativo (Ley de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular). Desde la Federación Empresarial de la Industria Química Española (Feique) destacan que las inversiones en este sector multiplicarán por 40 las capacidades de tratamiento de residuos mediante reciclado químico, alcanzando casi el medio millón de toneladas en 2025.
Este impulso al reciclado químico situará a España en una gran potencia en la producción de plástico circular.
Una vez acabado su ciclo de vida, cualquier objeto no reutilizable se convierte en un residuo. Sin embargo, su materia prima puede seguir teniendo utilidad si se procesa adecuadamente.
La opción circular más eficiente es el reciclado que permite hacer ‘borrón y cuenta nueva’ en la vida del material. Es decir, desarticular su forma como producto para devolverlo a la forma original de materia prima y de ahí fabricar nuevos productos.
Desafortunadamente este proceso circular no es infinito y cada nuevo ciclo de vida el polímero pierde cualidades hasta perder completamente sus propiedades de transparencia, dureza, flexibilidad…
En ese momento desciende un peldaño en la pirámide de recuperación de residuos y se pasa a la valorización energética, es decir, su incineración para producir energía. Ya existen sistemas de captación de emisiones de CO2 para minimizar su impacto medioambiental.
Finalmente, cuando no es posible su valorización o no se cuentan con los sistemas adecuados, solo queda su depósito en un vertedero controlado.