Fuente: Giró Magazine 2020
La preocupación por la conservación del medio ambiente se ha convertido últimamente en un tema central para la opinión pública y el plástico está siendo uno de los materiales más culpabilizados, especialmente aquellos plásticos de un solo uso como bolsas, botellas, envases destinados a alimentos, cubertería, bandejas, etc.
Está claro que el abuso del plástico debe controlarse, pero en el mundo de la alimentación, el envase plástico aporta muchos beneficios, entre los que destacan dos básicos para nuestros clientes: la seguridad y la reducción del desperdicio alimentario. Conceptos como la trazabilidad, el control de calidad hasta el consumidor final o la identificación del alimento con su productor son casi inviables sin el envasado.
Las asociaciones medioambientales quieren sustituir los plásticos tradicionales por materiales biodegradables, compostables o por la venta a granel, pero, sin duda, el plástico no es el culpable, sino la forma cómo se utiliza, se desecha y se trata después.
A pesar de la opinión social, los envases de plástico ofrecen más beneficios medioambientales que otros materiales: son más ligeros, tienen una mejor optimización de recursos, tienen una transformación económica más fácil y un mayor ahorro logístico. En
GIRÓ, empresa líder mundial en envasado hortofrutícola, estudiamos e innovamos constantemente en busca de avances que aporten información y soluciones al respecto.
¿Biodegradable o compostable son la solución?
Biodegradable y Compostable son términos distintos. Tanto los polímeros biodegradables como los compostables se degradan por la acción de microorganismos tales como bacterias, hongos y algas.
La diferencia principal entre ambos términos radica en el tiempo y con-diciones de degradación. Un material compostable tiene mayor facilidad de ser degradado por la naturaleza que un material biodegradable. Un material compostable es siempre biodegrada-ble pero no a la inversa.
Para certificar un material como compostable no debe dejar fragmentos que duren más de 12 semanas en el residuo, debe degradarse en un plazo y proporciones determinadas a unas condiciones establecidas y el compost resultante debe permitir el crecimiento de plantas de forma similar al que crecería en condiciones naturales.
Los requerimientos citados hacen que los materiales compostables, puedan ser desechados en el contenedor de fracción orgánica y procesados, a posteriori, en las plantas de compostable para producción de compost.
¿Son estos materiales la solución definitiva? Los plásticos biodegradables y compostables brindan nuevas oportunidades, pero también plantean nuevos riesgos y amenazas.
Las nuevas alternativas “sostenibles” y sus inconvenientes
El Parlamento Europeo reconoce la utilidad del plástico tanto en nuestra economía como en el día a día, si bien cabe al mismo tiempo destacar sus notables inconvenientes; considera por tanto que el reto clave radica en la gestión del plástico de forma sostenible a lo largo de toda la cadena de valor.
Por otro lado, también afirma que
“los plásticos biodegradables y compostables pueden servir de apoyo en la transición a una economía circular, pero ni pueden considerarse una solución a los deshechos marinos ni deberían servir para justificar las aplicaciones de un solo uso innecesarios”.
¿Nadie habla ya de la huella de carbono?
La huella de carbono es un indicador que permite medir el impacto medioambiental que provoca un producto, servicio o un proceso. Mide la emisión de gases de efecto invernadero que dicho producto o servicio causa en toda su cadena de elaboración y ciclo de vida hasta su destrucción, tanto de forma directa como indirecta. Se mide en Kg de CO2 equivalente.
En el mercado hay sistemas de envasado que afirman ser sostenibles ya que no contienen plástico o en muy poca cantidad, pero tienen otros inconvenientes medioambientales como su impacto en la huella de carbono, una consecuencia que no suele mencionarse.
En la mayoría de las ocasiones, las soluciones de envasado que no contienen plástico tienen más del triple de materia prima que el empleado para los mismos productos que el plástico. Además, esto se traduce en un gasto energético el doble de elevado tanto para producir como reciclar los mismos productos, repercutiendo en casi el triple las emisiones de CO2.
El papel o cartón es un claro ejemplo de ello. Para realizar dichos envases se requiere, en primera instancia, de zonas forestales de donde extraer la materia prima. Además, el proceso productivo produce una huella de carbono mucho mayor debido a la alta utilización de energía y agua para su producción. Finalmente, las bolsas o envases de papel o cartón pesan mucho más que el plástico, lo que implica una utilización de recursos logísticos mayor que redunda en un mayor impacto de la huella de carbono.
Por ejemplo, para 1 Kg de contenido, un envase soldado con malla como el
Girsac, tiene una huella de carbono de 0,025 Kg CO2eq, un envase de malla grapado como el WG un 0,009 Kg CO2eq y una caja de cartón, 4 veces más que el Girsac y casi 10 veces más que el WG (0,086 Kg CO2eq).