El desperdicio de alimentos es un problema que nunca ha sido tan relevante como lo es hoy. A medida que aumenta la conciencia sobre el impacto ambiental de nuestras decisiones de consumo, más personas nos preocupamos no solo por la cantidad y calidad de los productos que adquirimos, sino también por las repercusiones que estos tienen sobre el planeta.
Sin embargo, aunque este concepto es ampliamente reconocido, ¿cuántos realmente entendemos la magnitud de este problema? ¿Sabías que las frutas y verduras que se descomponen en el fondo de tu nevera representan casi una quinta parte de los alimentos que se pierden o desperdician a nivel mundial cada año? Y que el coste total de esta pérdida para la economía global supera el billón de dólares estadounidenses?
El impacto de este desperdicio va mucho más allá de los alimentos que se echan a perder innecesariamente. La pérdida y el desperdicio de alimentos, junto con la pobreza crónica, los conflictos bélicos y las crisis económicas, son algunos de los factores principales que perpetúan el hambre en el mundo.
Además, no solo se pierden alimentos. Cada producto no utilizado representa un desperdicio de agua, tierra, insumos agrícolas, energía, tiempo y dinero, lo que afecta especialmente a los agricultores que ya enfrentan enormes desafíos en algunas de las regiones más empobrecidas del planeta.
La producción de alimentos frescos es un proceso que demanda una gran cantidad de recursos. Para producir solo un kilogramo de fruta, se necesitan casi 1,000 litros de agua. Además, todo el ciclo de producción, desde la siembra hasta el desperdicio final de ese kilogramo de producto, genera un promedio de 1.3 kg de emisiones de carbono.
Este impacto ambiental abarca todo el proceso, desde la siembra y el cultivo hasta la cosecha, el transporte y la venta. Las emisiones generadas en la etapa agrícola representan más del 80% de la huella de carbono de los alimentos, mientras que el transporte aporta alrededor del 10%.
La presión creciente para aumentar la producción de alimentos ha llevado a la conversión de tierras que antes sostenían ecosistemas diversos en terrenos agrícolas. Esto pone en peligro a más de 24,000 de las 28,000 especies (el 86%) que están en riesgo de extinción. Las prácticas agrícolas como la deforestación y la agricultura intensiva también contribuyen a la degradación del suelo, lo que disminuye su fertilidad y aumenta la dependencia de fertilizantes.
La degradación del suelo reduce su capacidad para actuar como sumidero de carbono, liberando aún más emisiones a la atmósfera. En los casos más extremos, la desertificación obliga a los agricultores a buscar nuevas tierras, perpetuando un ciclo destructivo que agrava aún más el impacto ambiental.
Lo más alarmante es que, con un 25-50% de frutas y hortalizas perdidas entre la granja y la mesa cada año, gran parte de este esfuerzo y su impacto ambiental se pierde innecesariamente.
A nivel global, aproximadamente 733 millones de personas sufrieron hambre el año pasado, lo que representa a uno de cada once habitantes del planeta. En los primeros nueve meses de 2024, el número de personas que enfrentan hambre extrema se duplicó.
Aunque no es el único factor que contribuye a este problema, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura estima que la cantidad de alimentos perdidos o desperdiciados cada año podría alimentar a 1.25 mil millones de personas.
Si las tendencias actuales persisten, aproximadamente 582 millones de personas, es decir, el 7% de la población mundial, podrían padecer desnutrición crónica para 2030. El acceso limitado a alimentos perecederos y ricos en nutrientes, como frutas y verduras, sin duda agravará aún más esta problemática.
Además, el bajo consumo de frutas y verduras está relacionado con enfermedades cardiovasculares, hipertensión, enfermedades respiratorias y cáncer. De la misma forma, la inseguridad alimentaria puede aumentar la probabilidad de trastornos de salud mental, como depresión y ansiedad.
Si estos problemas fueran causados por una escasez de alimentos, tendría sentido incrementar la producción. Sin embargo, las cifras sobre la pérdida y el desperdicio de alimentos a nivel mundial demuestran que la escasez no es el problema. Aunque es frustrante, este es un desafío que, en última instancia, es más fácil de resolver.
A primera vista, el desperdicio de alimentos podría parecer un problema fácil de resolver simplemente reduciendo la producción. Si estamos produciendo más de lo que consumimos, ¿no tendría sentido producir menos?
Sin embargo, con millones de personas enfrentando hambre y desnutrición, queda claro que el desperdicio no se debe a una falta de demanda. De hecho, reducir la producción bajo el sistema actual probablemente incrementaría la escasez en las áreas bien abastecidas, sin resolver la inseguridad alimentaria en otras regiones.
Aproximadamente el 14% de todos los alimentos producidos se pierden entre la cosecha y la venta al por menor, y otro 19% se desperdicia en el sector minorista, en los servicios de alimentos y en los hogares. El verdadero problema no radica en la escasez o sobreproducción, sino en los desafíos logísticos, el almacenamiento inadecuado, la gestión poscosecha y la limitada vida útil de los productos.
Extender la vida útil de los alimentos perecederos puede mejorar significativamente la capacidad de los productores y minoristas para transportar, almacenar y distribuir los productos de manera más eficiente. Esto permite una distribución más amplia, permite enfrentar los altibajos estacionales de la producción o las interrupciones en la cadena de suministro, y reduce considerablemente el desperdicio una vez que los alimentos llegan a los consumidores.
Existen soluciones poscosecha innovadoras, como el recubrimiento vegetal Edipeel de Apeel Sciences, que extiende la vida útil de los productos sin recurrir a ingredientes agresivos ni a procesos que consumen grandes recursos. Utilizando aceites vegetales no transgénicos y de origen responsable, se crea una capa adicional de cáscara comestible en los productos frescos, que mantiene la humedad dentro y el oxígeno fuera, protegiendo los alimentos durante todo su trayecto, desde la granja hasta la mesa.
Pero Apeel no está sola en esta lucha. Empresas como Full Harvest, Winnow, Too Good To Go y Food Cycle Science están adoptando enfoques innovadores para reducir el desperdicio de alimentos y hacer que más productos lleguen a quienes los necesitan, contribuyendo a un sistema alimentario más sostenible y eficiente.
Las cifras sobre el desperdicio de alimentos son alarmantes. Sin embargo, el simple hecho de que estemos tomando conciencia de este problema nos da motivos para ser optimistas. Desde los productores y minoristas hasta los servicios de alimentos y los consumidores, el mundo está comenzando a reconocer la magnitud de este desafío. Si continuamos fomentando conversaciones abiertas y realistas, nuestras posibilidades de resolver este problema aumentarán, superando los obstáculos que hasta ahora han limitado nuestro progreso.
Apeel se ha propuesto transformar el sistema alimentario global hacia uno más saludable y sostenible, aprovechando el poder de la naturaleza mediante las ciencias de los materiales y de los datos. Su innovadora protección de origen vegetal extiende la vida útil de los productos frescos utilizando materiales que ya están presentes en todas las frutas y hortalizas. Esta capa protectora adicional reduce la pérdida de agua y la oxidación, las principales causas del deterioro, superando a las tecnologías actuales en la conservación de la frescura desde la granja hasta la mesa.
La protección de origen vegetal de Apeel se está expandiendo a un número creciente de categorías y mercados, abarcando tanto productos orgánicos como convencionales. Además, Apeel está incorporando nuevas herramientas de datos y de calidad que optimizan el tiempo extra que proporciona su tecnología. Así, los agricultores pueden vender más de lo que producen, los minoristas pueden comercializar más de lo que adquieren, y los consumidores pueden disfrutar plenamente de lo que compran, contribuyendo a un planeta más saludable y a una mayor abundancia para todos.